LA VITAMINA C, UN PODEROSO AGENTE ANTI-INFECCIOSO
La vitamina C, también conocida como ácido
ascórbico, es un nutriente hidrosoluble. Es la vitamina menos estable y es muy
sensible a reaccionar con el oxígeno. Esto es importante ya que su potencia
puede perderse cuando se oxida por exposición a la luz, el calor y el aire. Por
eso los jugos de frutas deben consumirse inmediatamente de exprimidos.
Una de las funciones primarias de la
vitamina C es mantener el colágeno, proteína fibrosa necesaria para
formar el tejido conectivo de la piel, los ligamentos y los huesos. Otra de sus
características importantes es la curación de heridas y quemaduras ya que
facilita la formación del tejido conectivo en la cicatriz. También participa en
la formación de glóbulos rojos y en la prevención de hemorragias. Además, la
vitamina C combate las infecciones bacterianas y reduce los efectos de
ciertas sustancias producidas por las alergias. Por estas razones, esta
vitamina se usa frecuentemente para prevenir y tratar los resfríos.
Por otra parte, la vitamina C se relaciona con
el metabolismo de otros nutrientes: ayuda al metabolismo de los aminoácidos
fenilalanina y tirosina, convierte el ácido fólico inactivo en ácido folínico
activo, tendría un rol en el metabolismo del calcio, protege a la tiamina,
riboflavina, ácido
fólico, ácido pantoténico, vitamina
A y E frente a la oxidación.
También protege al cerebro y a la espina
dorsal de la destrucción por parte de los radicales libres. Otra función del
ácido ascórbico es aumentar la absorción intestinal de hierro.
En la glándula adrenal encontramos grandes
cantidades de vitamina C, por lo que esta vitamina es esencial para la
formación de adrenalina. De hecho, en situaciones de stress los niveles
adrenales de ácido ascórbico aumentan rápidamente.
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